martes, 28 de abril de 2009

Jedediah Buxton (1707-1772)

Comenzamos...


















"El ingles Jedediah Buxton (1707-1772) nunca aprendió a leer o escribir, pero podía calcular el equivalente en libras, chelines y peniques de un cuarto de penique duplicados 140 veces. En 1754 Buxton visito Londres, donde fue examinado por varios miembros de la Royal Society hasta que se convencieron de que sus logros eran genuinos. También fue llevado al Teatro de Drury Lane para ver una obra, pero sin prestar ninguna atención a al escena, informo a sus anfritiones el numero exacto de palabras pronunciadas por distintos actores, y el numero de pasos de danza efectuados por otros. Quizás aun mas sorprendente es que en los pocos casos en los que pudo explicar sus métodos aritméticos, estos eran bastante toscos. Por ejemplo, nunca aprendió aprendió a sumar los exponentes al multiplicar potencias de diez. Llamaba a la cantidad 10 elevado a 18 “una tribu” y a 10 elevado a 36 “una grapa”

Historia de Pi – Petr Beckmann

“Sabia calcular la superficie de un señorío después de andar unas horas a su alrededor… calculaba mentalmente con la ayuda de una misteriosa tabla de medida que se había fabricado y que comprendía principalmente montones de grano y guisantes. Convertía todas las longitudes a una unidad de referencia inventada por el: el grosor de un cabello. Realizo la azaña de calcular mentalmente el cuadrado de un numero de 39 cifras, obteniendo un numero de 78 cifras, con un solo error. Poseía una memoria excepcional y podía repetir al derecho o al revés largas series de cifras después de verlas solo una vez”

Supercerebros; de los superdotados a los genios - Robert Clarke




















George Saxe recuerda su encuentro con Jedediah asi: “I proposed to him the following random question: In a body whose three sides are 23,145,789 yards, 5,642,732 yards, and 54,965 yards, how many cubical 1/8ths of an inch are there? After once naming the several figures distinctly, one after another, in order to assure himself of the several dimensions and fix them in his mind, without more ado he fell to work amidst more than 100 of his fellow labourers and, after leaving him about five hours, on some necessary concerns (in which time I calculated it with my pen) at my return, he told me he was ready.

“Upon which, taking out my pocket-book and pencil, to note down his answer, he asked which end I would begin at, for he would direct me either way … I chose the regular method … and in a line of 28 figures, he made no hesitation nor the least mistake.

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